sábado, 21 de marzo de 2009

LA ARQUITECTURA DE LE CORBUSIER


Le Corbusier. La casa como máquina de vivir

Charles Edouard Jeanneret, más conocido por Le Corbusier (1887-1965), además de ser uno de los más grandes renovadores de la arquitectura moderna fue un incansable agitador cultural, labor que ejerció con pasión a lo largo de toda su vida. Con sus escritos se ganó una merecida fama de polemista a la vez que aportaba un verdadero raudal de ideas innovadoras que han hecho de su obra una de las más influyentes para el desarrollo de la arquitectura posterior.

En 1921 Le Corbusier publicó un artículo en el que exponía un concepto totalmente nuevo de vivienda. Para ser acorde con su tiempo, la casa debía ser una "máquina para vivir" homologándose al resto de bienes que configuran la sociedad tecnológica. Con ello no defendía la estética ni el espíritu maquinista, trataba de hacer una casa tan eficaz funcionalmente como lo eran las máquinas en las tareas para las que habían sido inventadas.

La vida moderna traía consigo una serie de exigencias cuya satisfacción era imposible encontrar en la pervivencia de la arquitectura tradicional. Había que adecuar la arquitectura a la civilización industrial. Nosotros gustamos del aire puro y del sol a raudales... -afirmó- La casa es una máquina de vivir; baños, sol, agua caliente y fría, temperatura regulable a voluntad, conservación de los alimentos, higiene, belleza a través de proporciones convenientes. Un sillón es una máquina de sentarse... los lavabos son máquinas para lavar. El mundo de nuestro quehacer ha creado sus cosas: la ropa, la estilográfica, la cuchilla de afeitar; la máquina de escribir; el teléfono... la limusina, el barco de vapor y el avión. Así pues, era absolutamente necesario crear una nueva arquitectura y Le Corbusier lo hizo.

Una arquitectura fundada sobre cinco puntos: utilización de pilotis, jardines en el tejado, plantas de diseño abierto para la libre articulación de los espacios internos, ventanales continuos y libre formación de la fachada, todo ello articulado dentro de un estricto orden geométrico como único generador de "volúmenes puros". Todas estas soluciones pasarían a ser las características básicas del racionalismo arquitectónico.

La utopía de Le Corbusier fue fundar una nueva realidad urbana, una ciudad que fuera una síntesis entre naturaleza y desarrollo tecnológico. Para ello arquitectura y urbanismo debían estar perfectamente integrados. Le Corbusier concebía el urbanismo como interacción del espacio de la civilización en el espacio de la naturaleza. Su ciudad ideal -cuyo primer modelo, Una ciudad para tres millones de habitantes, data de 1922- está formada por conjuntos de altas torres agrupadas de forma regular, de modo que dejan libres grandes zonas de la superficie del suelo que se convierten en áreas verdes que se prolongan por debajo de los edificios. Éstos se levantan sobre pilotis, columnas que soportan todo el peso de la construcción dejando las plantas bajas como espacios de libre comunicación. Los tejados, convertidos en jardines, dejan de ser espacios inútiles. Las calles son de dimensiones magníficas y el tráfico se organiza en grandes vías de circulación rápida, netamente separadas de las zonas para peatones.

Ante el caos de los grandes centros urbanos, incapaces de absorber la imparable aglomeración de vehículos y personas, Le Corbusier soñó una ciudad de rascacielos conectados por jardines y autopistas. Pero sus sueños eran sólo de papel. Proyectó decenas de rascacielos pero nunca construyó uno. En los años veinte, Le Corbusier tenía que conformarse con la construcción de casas aisladas. Una de éstas ha pasado a la historia como magnífico ejemplo del racionalismo corbusiano, es la Ville Savoye (Le Possy. 1929-1931), una aplicación de la casa sustentada por pilotis que se abre al exterior mediante grandes cristaleras y cuyos espacios interiores están interconectados.

En el periodo de reconstrucción postbélica, Le Corbusier ideó una ciudad estructurada en unités d'habitation, elemento modular de un nuevo desarrollo urbanístico. Su idea era construir grandes edificios de apartamentos dotados de los servicios necesarios para constituirse en unidades autosuficientes. Unité d'habitation de Marsella (1947-52). El edificio, concebido como un gran armazón en el que se encajan las viviendas, contiene 337 apartamentos duplex. Las plantas séptima y octava están reservadas a tiendas comerciales. La terraza alberga diversos equipamientos colectivos: gimnasio, pista de atletismo, teatro al aire libre, guardería y piscina. En la fachada, el cromatismo de las hornacinas de las ventanas y balcones, pintadas en azul, amarillo, rojo y verde, rompe la monotonía del hormigón.