lunes, 19 de enero de 2009

EL DADAÍSMO II


DADAÍSMO o "la destrucción también es creación".

Supone una ruptura total con respecto al arte de tradición renacentista, al arte burgués, frente a la comercialización del arte y a la consideración de la obra de arte como mercancía y, también, respecto del soporte artístico tradicional. Es una auténtica revolución. Su pretensión es destruir el arte.

Marcel Duchamp realizó un trabajo sumamente atrevido. En 1913 concibió una obra a partir de una rueda de bicicleta, colocada sobre un taburete de cocina. En 1917 presentó en Nueva York un urinario de loza puesto al revés y que llamó “Fontaine”. El objeto fue rechazado con indignación. Este tipo de obra, que el llamó READY-MADE superó, por el desconcierto provocado, lo que los dadás habían realizado. Por el solo hecho de titularlos y firmarlos confería a los objetos la dignidad de obra de arte. De esta manera pretendía acabar con el mito del creador y, en general, de una estética que se consideraba ya caduca.

El Dadaísmo es una reflexión sobre la esencia del arte. ¿QUÉ ES EL ARTE? La respuesta está en el READY MADE: "Objeto usual promovido a la dignidad de obra de arte por la simple elección del artista". Esto significa pasar de un arte en el que la realidad está fuera de la obra, a un arte en el que la realidad es el propio objeto artístico.


El ready made debe ser un objeto estéticamente indiferente y está encaminado a destruir el concepto de arte. Más que una obra hecha, producida, es un ACTO a través del cual el no-arte se convierte en arte.

¿Por qué un urinario en un museo de arte? Porque ha perdido su función real y cotidiana tras el título de FUENTE. El acto creativo consiste en encontrar un objeto y un nuevo pensamiento para tal objeto. Desde este punto de vista el ready made abre la puerta al arte OBJETUAL y, sobre todo, al arte CONCEPTUAL. El arte ya no es una imitación de la realidad; sino la realidad misma, a la vez que lo importante ya no es elaborar una obra, sino pensarla.
Los collages, ya utilizados por los cubistas, y los objetos amontonados tienen en estos planteamientos su justificación como obras de arte.

Marcel DUCHAMP es el gran dadaísta.

El dadaísmo, más que constituir un movimiento artístico concreto, trata de reflejar una disposición particular del espíritu, representa una negación intelectual violenta, un acto extremo de antidogmatismo, por lo que se vale de cualquier medio para llevar adelante su batalla. Más que la obra, es el gesto lo que interesa a los dadaístas, gesto que va más allá de los puros canales de expresión artística para manifestarse en la política, en las costumbres, en la misma sociedad, siempre que este gesto sea entendido como provocación contra el sentido común, la moral, la ley y cualquier normativa u ortodoxia. De aquí que el escándalo fuera el instrumento preferido para hacer públicas sus acciones.

En el fondo, lo que desea su áspera polémica contra el arte y la literatura, entendidos como valores eternos del espíritu, es transformar lo que llamamos arte en acción. También los dadaístas, mejor que nadie, tratan de unir estrechamente dos conceptos que andaban separados, arte y vida, y soldar cualquier ruptura que pueda diferenciarlos.

El dadaísmo trató de llevar la protesta hasta las últimas consecuencias, hasta la negación absoluta de la razón, lo que le hizo renegar del arte en todas sus formas.

Sin duda, Dadá consiguió provocar el escándalo, pero en el aspecto positivo, y como muchos de los demás movimientos, hizo que la gente mirara las imágenes de una manera distinta. Las pinturas y los objetos Dadá obligaban al observador a poner en tela de juicio las realidades aceptadas y a reconocer el papel del azar y de la imaginación. Después de la guerra se celebraron en París varias exposiciones y los artistas Dadá entraron en contacto con André Breton, que se había convertido en el portavoz de otro movimiento, el surrealismo. Finalmente, hacia 1922, muchos de los artistas Dadá se habían comprometido con el surrealismo.

El movimiento DADA vendría a conformar un ambiente propicio para que surgieran otras grandes corrientes, como el Surrealismo, y sobre todo propuso una nueva definición del arte occidental al romper con los esquemas tradicionales integrando objetos del entorno cotidiano dentro de los medios de expresión plásticos.

Como movimiento, el Dadá decayó en la década de 1920. A mitad de la década de 1950 volvió a surgir en Nueva York cierto interés por el Dadá entre los compositores, escritores y artistas, que produjeron obras de características similares.