domingo, 23 de noviembre de 2008

EL POSTIMPRESIONISMO II


b) EL SIMBOLISMO
En torno a la mitad de los ochenta, cuando se celebró la última muestra colectiva del impresionismo, escritores y artistas reaccionaron contra todos los presupuestos literarios y plásticos defendidos hasta el momento, y que se encarnaban en el binomio naturalismo-impresionismo.


El regreso a los contenidos.- Se inició entonces una defensa de la espiritualidad, que en arte se denominó con el nombre de simbolismo, pues no en balde una escritura o una pintura de naturaleza simbólica es la que, entre otras cosas, tiene «contenido», mensaje y, por tanto, no es «pura», en el sentido, antes explicado, de basarse exclusivamente en sus valores plásticos.
El simbolismo volvió sobre la relación tradicional entre literatura y artes plásticas, pero, además, se quiso que su mensaje fuera «espiritual», trascendente, evocador de otros mundos diferentes del cotidiano y actual, un mundo que, por otra parte, no podía conocerse y controlarse con la razón sola y la ciencia.


Se produjo entonces una renovación de valores y creencias que ya se consideraban caducos, como la religión, a la vez que se exploraban con el mayor interés todos los terrenos irreductibles de lo misterioso y esotérico.


Sobrevino una oleada de irracionalismo a la vez que, perdida la confianza en la colectividad social, se cultivaba el mundo interior, lo subjetivo, el individualismo. Fue una auténtica cruzada contra la vulgaridad, representada por la odiosa cultura democrática de masas y su feroz rasero igualitario; contra su materialismo y positivismo, su culto al dinero, su desprecio al arte y todo lo que éste significaba; su incomprensión de todo lo que fuera distinto y elevado. Todo ello, además, dentro de un clima de pesimismo total y decadentismo, en oposición absoluta al optimismo y progresismo de la época inmediatamente anterior.


En el mundo de la pintura, el simbolismo tuvo como máximos representantes, por una parte, al llamado grupo de Pont-Aven y, por otra, a algunas personalidades individuales como Gustave Moreau y Odilon Redon.


El grupo de Pont-Aven.- En una pequeña localidad de la Bretaña francesa, Pont-Aven, se retiraron varios pintores capitaneados por Paul Gauguin. Dentro de un clima de fraternidad espiritual y comunitaria, estos artistas pretendían devolver a la pintura sus valores espirituales, sus temas trascendentes.


Técnicamente apostaron por la recuperación del contorno de las figuras, que habían disuelto los impresionistas, y por colores puros y planos. Sus obras se caracterizan por el uso libre del color, pueden pintar la hierba roja si así lo sienten. El color se aplica en grandes manchas y con tintas planas. Utilizan el cloisonismo, técnica que consiste en encerrar los colores planos por gruesas líneas negras, a la manera de las vidrieras medievales y las estampas japonesas. El resultado es una obra altamente decorativa. En esta forma de pintar influyó mucho el conocimiento del arte primitivo y las estampas japonesas. Existe una voluntad de sintetizar las formas.

Gustave Moreau (1826-1898) es un gran dibujante y de gran virtuosismo técnico, narrador de sueños y extrañas visiones. La fuente de inspiración principal es la mitología. Algunas obras: La aparición, El rapto de Europa, Orfeo, Edipo, Salomé, Galatea, ....

Odilon Redon (1840-1916) es el más puro de los simbolistas. Representa lo mágico, lo visionario y lo fabuloso. El sueño, La Esfinge, El nacimiento de Venus, Las flores del mal, Mujer y flores.


Pierre Puvis Chavannes (1824-1898)


El simbolismo floreció en muchos lugares, con núcleos particularmente interesantes en los países nórdicos y germánicos. A él pertenecieron figuras como los alemanes Arnold Bücklin (1827-1901) y Max Klinger (1857-1920), el austríaco Gustav Klimt (1862-1918), el suizo Ferdinad Holder (1853-1918), el noruego Edvard Munch (1863-1944) y los belgas F. Rops (1833- 1898), Fernand Khnopff (1858-1921) y James Ensor (1860-1949).